AGENTES DE TRÁNSITO DE MI CIUDAD

Para continuar de algún modo con la temática de la entrada anterior, vengo a dejar una reflexión sobre un modo particular de organizar el tránsito, propio de mi ciudad. Aunque en otras longitudes del globo esto parezca una locura, aquí, la policía no se dedica a multar a quienes infringen las leyes de tránsito. Para esa tarea hay otros agentes, que uno no termina de entender si están ahí para hacer lo que los anteriores no hacen, o para charlar sobre el Boca campeón de la última fecha del fútbol local.

Por lo tanto, pareciera ser que salvo algunas cámaras cuyo trabajo es automático, nadie controla nada en mi ciudad. Y quienes participamos del colectivo ciclista de ella, lo vemos a diario: autos estacionados sobre rampas de discapacitados, o sobre la vereda, o sobre la senda peatonal, o directamente sobre (por no decir "dentro de") las ciclovías; autos particulares, colectivos o taxis que cruzan semáforos en rojo con total impunidad o exceden sus límites de velocidad; micros de mediana o larga distancia que "truchan" sus permisos y causan tragedias como la reciente en San Rafael; ni hablar de la cantidad de automovilistas que circulan ebrios. Y lo peor de todo es que se ha instalado en nuestra cultura la actitud de mofarse de todo ello. Ayer por ejemplo, un compañero ciclista subía una foto de un camión de reparto sobre una ciclovía, donde el repartidor "posaba" para la cámara con gesto de burla.

Sucede en mi ciudad también que el gobierno local permite a los ciudadanos "hacer multas" con foto y descripción de la infracción por medio de aplicaciones y páginas que rara vez funcionan. Algunos hemos hecho uso de este canal, pero lo cierto es que tampoco surten mayor efecto: al menos por mi barrio, en donde durante un verano entero me lo he pasado haciendo este trabajo, dada la cantidad de autos que estacionan en las ochavas o sobre rampas de discapacitados, las cosas no han cambiado nada.

Entonces uno empieza a preguntarse, y a preguntar (he hecho una "encuestita" en Twitter), ¿qué deberíamos hacer frente a las infracciones?. Porque yo me pregunto también: ¿Vale la pena esperar que esta manga de inoperantes y noquis de la policía o del cuerpo de agentes de tránsito, hagan su trabajo por motu propia? ¿Vale la pena tomarse el trabajo de fotografiar, o filmar, a estos infractores que además se burlan de uno? ¿Será mejor hacer justicia por mano propia, como hizo aquel vecino que "escrachó" y pegó carteles con plasticola sobre el auto de una conductora (¡maestra encima!) con el que bloqueó la salida del garaje de su casa? ¿Quizás habrá que empezar a estropearle los autos a quienes se cagan en el resto de sus conciudadanos? ¿O deberemos seguir como estamos, sin hacer nada, y esperar que un día las cosas mágicamente cambien?

Hace unas entradas atrás les comentaba algo de mi lectura del libro "Biciosos" de Pedro Bravo. Algo que él dice allí creo que aplica para estos casos que vengo relatando. Él dice que en Madrid, la ciudad que habita, la cultura era automovilcéntrica (creo que este término es mío, pero se entiende a lo que voy). Y que era muy difícil esperar que respetaran al peatón, por ejemplo cuando este ponía un pie en la senda peatonal; experiencia muy distinta a lo que pasaba en otras ciudades europeas, aún de España. Pero gracias en parte a la bicicleta, y en parte a que los otros actores más débiles empezaron a ganar la calle a fuerza de coraje, la pantocracia del automóvil comenzó a ceder.

Bien, yo creo que el camino es por allí. No habrá que dar ni un paso atrás frente a todas las medidas que quieren bajarnos de la bici. Habrá que ser peatones corajudos que se animen a hacerle frente al auto. Habrá que ser vecinos conscientes del cuidado de las calles de su barrio, y habrá que buscar TODOS los medios para que quienes consideran causa de orgullo el estar fuera de la ley empiecen a pensarlo dos veces antes de cometer una infracción.

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