UNA NOTICIA INDIGNANTE

En el día de hoy, gracias a la inmediatez de las redes sociales y a los ciclistas que registran y comparten sus vivencias por la calle, me enteré de un accidente ocurrido en la esquina de Córdoba y Scalabrini Ortiz. Según lo que pude leer, una conductora irrespetuosa, seguramente de esas que creen que por derecho la calle es suya, y precisamente no se ajustan a derecho alguno, atropelló a un ciclista, dejándolo tirado en la calle. Para ser justos, la señora bajó de su vehículo, y mientras otros socorrían al accidentado, ella aprovechó la distracción para salir "arando" y borrarse de la escena. Tuvo la desgracia de que otro ciclista le diera alcance y tomara foto de su patente. El accidentado y este testigo se presentaron a hacer la correspondiente denuncia, para mayor desgracia de la desgraciada.

Pero lo que a mi, como a otros nos indigna sobremanera, es que dicha señora iba con su hija, quien fuera testigo no solo del modo irrespetuoso, irreverente e imprudente de conducir de su madre, sino del desprecio por la vida que demostró al dejar tirada a la persona que acababa de atropellar.

Y si hay algo que los docentes comprobamos día tras día en las aulas, es que los valores (o disvalores) se aprehenden en casa. Y aquello que fue mal aprehendido, es extremadamente difícil modificar. Es cierto que vivimos en una época en donde la ética se ve reducida a un acuerdo de mínimos, y que prácticamente cualquier valor es fuertemente discutido. Para los que vienen siguiendo mis reflexiones, mi criterio se funda en el establecimiento de relaciones armónicas que pueda establecer el hombre con sus cuatro vínculos: con lo sagrado, con la naturaleza, consigo mismo y con los otros; y es justamente el vínculo sano y armónico con los otros lo que esta señora no puede establecer. ¿Será que el auto la ha aislado tanto, que cualquier cosa que suceda afuera de él vale menos que nada? En tal caso, no sería ajena al problema que sufren tantos automovilistas. Pero aún más preocupante es que su hija crea que el modo normal de vincularse con los otros es el que le enseña su madre.

Al preguntarme sobre posibles vías de solución a este tipo de problemas, no dejo de creer que la educación en las escuelas es fundamental. Aunque parezca una tarea hercúlea, “hay que seguir andando nomás”. Pero también creo que no podemos pedirle a la escuela que siga pagando los platos rotos de una sociedad disfuncional en todos sus rincones. Bastante viene haciendo y muy poco se le reconoce.

Creo que es extremadamente importante aplicar sanciones que impacten directamente en la raíz del problema. No estoy tan convencido que aplicar sanciones monetarias sea la mejor solución; y llegado el caso de aplicarlas, creo que deberían ajustarse según el valor del vehículo; además deberían salir del bolsillo del conductor/asesino y no del seguro. Pero pienso y me pregunto si no será más efectivo aún, prohibir la circulación de estas personas en un vehículo a motor, obligarlas a formarse, a realizar tareas por el otro, a reconocer el error y pedir disculpas públicamente, a utilizar una bicicleta y contribuir de ese modo a apaciguar el tránsito, etc. Se que suena naif y utópico, pero la primer opción ya la venimos aplicando desde hace mucho tiempo, y sin embargo la situación no mejora. Tal vez sea hora de probar por otros caminos.

Por último en mi discurso, pero antes que nada en la acción, creo que es urgente que como sociedad repensemos qué ciudades queremos habitar. Y que las decisiones que tomemos al momento de elegir a quienes se encargan, entre otras cosas, de regular la convivencia los actores que nos encontramos en las calles, sean cada vez más acertadas y efectivas.

Espero que vos, que te diste una vuelta por esta página, y yo, cada uno desde nuestro lugar, sigamos trabajando para que esta mujer, su hija y todos los que creen que la vida del otro no vale nada, se perciban a sí mismos como a-normales, cada vez con mayor frecuencia.

¡Buena rodada!

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