SOBRE MI EXPERIENCIA EN TEDXRÍODELAPLATA 2016
- Profe en Bici

- 21 jun 2017
- 4 Min. de lectura
Hace varias ediciones atrás, quizás desde el primer intento de replicar en Buenos Aires las charlas TED, originarias de California, y que con esos aires de cambios parecían traernos el aroma del mundo que vendrá, intenté participar, aplicando para conseguir una entrada de las pocas que se sorteaban. No fue posible en aquella oportunidad, ni en ninguna de las sucesivas; hasta ahora.
Tuve la suerte de conseguir mi entrada para esta TEDxRíodelaPlata 2016, en un proceso digital muy cuidado y prolijo. Una serie de mails fueron llegando desde la inscripción hasta el día del evento, lo que hacía sospechar que todo iba a funcionar como un reloj suizo. Lamentablemente, no fue así.
Llegué con mi bici a las 7:30, hora que se aconsejaba llegar, y había una cola de una cuadra aproximadamente: nada, para las 10000 personas que se esperaban. Me sentí con suerte, pues sospechaba que iba a conseguir un muy buen lugar. Las puertas iban a abrirse a las 8:00 hs. tal como había informado el último mail, con el cronograma del evento y algunas indicaciones más. Allí se informaba además que quieres fueran en bici, iban a recibir, luego de atravesar el arco de Tecnópolis, las indicaciones correspondientes de parte de los anfitriones, sobre el estacionamiento de bicicletas. En mi imaginario de un evento como este, supuse que todo iba a funcionar más que bien; y hasta ahora, no me habían defraudado.

Las puertas abrieron a las 8:45 hs. Fui el primero en entrar con una bici, así que siguiendo las indicaciones, fui hasta el arco donde dos chicas con su remera azul de Tecnópolis no tenían ni idea dónde había que dejar las bicis. Mientras tanto, toda la gente que no se levantó temprano como yo, y no fue en bici, se me adelantó; mientras todo esto sucedía, otra chica de remera azul, caminando hacia mi muy despacio con un handy en la mano, se me acercó hasta decirme que no me pudo alcanzar cuando entré; me quería decir que el lugar para dejar las bicis era ¡la reja de entrada a Tecnópolis! No sólo era lamentable que no hubiera un estacionamiento para bicis (me dijeron que no lo pudieron conseguir), sino que además debía desandar mi camino (mientas más gente se me adelantaba), dejar mi bici atada a una reja, y volver otra vez a recorrer el largo camino hacia el sector de acreditación.
Me habrán adelantado unas 3500 personas en todo ese tiempo. En la entrada a la sala, una organizadora del evento les decía a los miembros de su equipo que hicieran entrar a la gente rápido, porque venían atrasados, y las charlas, literalmente, estaban por empezar. La acreditación fue muy rápida; varias chicas te recibían el DNI, escaneaban el código QR y te entregaban la credencial, con un lindo librito y un marcador; a mi me toco ser acreditado por una chica que con unas uñas de 10 cm, ingresaba el número de DNI de manera “analógica”, con el teclado de su compu, y parecía eterno el tiempo entre dígito y dígito. Pasado este proceso, varias “cajas” ambulantes te vendían el voucher para el almuerzo. Luego de todo el periplo, y a pesar de todos los inconvenientes, conseguí un buen lugar; no estaba en primera fila, como era de esperar a las 7:30, pero mucho más cerca de lo que estuve luego del primer intervalo.

Aunque todavía pasaron varios minutos más antes de la primera charla, la apertura de Hernán Casciari fue muy buena. Conmovió con la historia de su padre, y la foto vieja de ellos dos en la Bristol de Mar del Plata, siempre de fondo, creó, junto con su cadencia de voz, un clima propicio para las lágrimas. No hubo una “gran” idea detrás de su charla, pero las historias de vida siempre tienen una potencia arrolladora.
Rápidamente, el clima se disolvió. Las charlas que siguieron dejaron mucho que desear, salvo por alguna que otra chispa neuronal. Lejos del nivel de aquellas que vienen a “traernos el aroma del mundo que vendrá”. Algunas me parecieron en exceso demagógicas, y no por mi trayectoria académica y docente, pocas cosas me molestan más que las personas que con argumentos débiles, intentan meterme a la fuerza sus ideas y hacerme pensar como ellos. Considero que no hay cátedra, circulo rojo o escenario sobre el que te pares, que le confiera a tu palabra más autoridad que la que pueden otorgarle tus propios argumentos; y los que escuché en este TEDxRíodelaPlata me parecieron muy muy muy pobres.
Sabía que al evento lo rodeaba un aura hipster, que se hace más densa cuánto más penetra la globalización en los últimos rincones del mundo. Los comentarios entre los grupos de amigos asistentes me confirmaban lo que venía sospechando: creemos que TED es uno de los reductos de la originalidad y la innovación. Yo mismo me había creído lo del “mundo que vendrá”. Y lejos, muy lejos de eso, estuvo esta experiencia. Para eso tenemos nuestras universidades, con “charlas TED”, de las de verdad, todos los días. La ciencia de verdad pasa por otro lado.
Llegando al segundo corte, un grupo de improvisados raperos me colmaron la paciencia. No les di tiempo a reivindicarse. Me levanté y me fui. Se me había hecho insoportable.
Al llegar a la reja donde había dejado mi bici, muuuuuuuuuchas otras habían sido aparcadas; literalmente arriba de la mía, una fixie con freno a contrapedal me confirmaba lo sospechado sobre el maridaje entre cultura hipster y charlas TED. No se cuántos habrán pensado lo mismo que yo; sospecho que no muchos. Unos 100, más o menos la cantidad de personas que en fila ocuparían una cuadra, nos habremos ido al mismo tiempo.
Al menos le debo a TEDxRíodelaPlata 2016 haberme despertado todos estos pensamientos.

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