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SOBRE LA PERCEPCIÓN SOCIAL DE LA DOCENCIA

  • Foto del escritor: Profe en Bici
    Profe en Bici
  • 21 jun 2017
  • 3 Min. de lectura

Es cierto... tengo un poco abandonadas las entradas en este blog. Los que comparten mi profesión sabrán que hay épocas del año en donde muy poco tiempo queda para actividades que exceden a las académicas. Corregir, preparar clases, buscar material, formarse, revisar consignas, pasar notas, dialogar con algunos alumnos y con sus padres y otras tantas tareas más, hacen imposible sentarse algunos minutos para escribir en un blog. Así transcurrieron los últimos meses.

Claro que los temas sobre los que escribir no dejan de llegar; y se van acumulando. Como decía en otra oportunidad: sobre la bicicleta, las ideas se presentan en cada esquina, y hasta pareciera que el pedalea las estimula.


Y entre la cadencia y el ajetreo de estas semanas, una de esas ideas, recurrente por cierto, giró en torno a la percepción que la sociedad tiene de la docencia. Tema harto tratado en foros que se preguntan por el destino de la educación, y que por tocarme de cerca, no deja de interesarme.

Sabido es que la escuela secundaria, nivel en que me desempeño, se ha vuelto "secundaria" (en un decir cuasi psicoanalítico) hace mucho tiempo. Y en ese contexto, es lógico que los profesionales que de ella se ocupan, sean también desplazados a dicho nivel.


En una sociedad, en donde se ha hecho del consumo la medida con la que se valora a un individuo, y en donde los bienes de consumo/desecho son los más preciados, una institución, y por consiguiente una profesión, que aboga por bienes perdurables como el conocimiento, del que uno no puede deshacerse, no puede ocupar las primeras posiciones de la valoración social. Se entiende entonces por qué el docente ha sido desplazado, dejando vacante el lugar de referente social, que ha sido ocupado por aquellos que en pocos movimientos de mercado pueden hacerse de múltiples bienes perecederos: entiéndase un empresario corrupto, un contador deshonesto, un ventajista, un personaje mediático, un jugador de fútbol que es más hábil en peinarse que en patear una pelota, un banquero o corredor de bolsa... Ni siquiera es tan valioso como en otras épocas el transmitir a los alumnos la pasión de la tarea, la conexión propia con el deseo, la alegría de poder poner en juego cada día la propia vocación; de hecho, somos los docentes algunos de los pocos bichos raros que aún quedamos, sosteniendo los embates, y defendiendo con uñas y dientes el valor de esta última.

Y la sociedad ha sabido percibir muy bien nuestro lugar de defensores de la vocación. Y nos exige sostener nuestra profesión a fuerza de ella. Yo lo considero una afrenta. Y aún peor el saludo hipócrita que se acuerda de la dignidad docente en alguna de las tantas fechas conmemorativas del mes de septiembre, mientras que pone el grito en el cielo cuando los gremios reclaman con medidas de fuerza salarios más justos.


Algunos hablan de las bondades de los sistemas educativos implementados en los países nórdicos. Sin entrar en sus aspectos técnicos, bueno sería observar la percepción que de la docencia tienen sus habitantes. Y bueno sería además extender la mirada y ojear sus hábitos de consumo (http://www.eldiario.es/theguardian/desecha-Suecia-reduce-impuestos-reparaciones_0_561344188.html), sus referentes, sus modos de transportarse (http://denmark.dk/es/vida-ecologica/cultura-ciclista-danesa/copenhague-ciudad-de-la-bicicleta-desde-hace-mas-de-un-siglo), su modo de vincularse con el entorno, sus modos de hacer política, sus modos de pensarse socialmente. Y aunque como todos, también tienen sus debilidades, bien podríamos aprender de sus fortalezas.


"Tizas de esperanza"


 
 
 

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