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LA ECONOMÍA COMO UN ECOSISTEMA. EL AULA COMO UN ECOSISTEMA

  • Foto del escritor: Profe en Bici
    Profe en Bici
  • 21 jun 2017
  • 3 Min. de lectura

Hace un tiempo les comentaba que estaba leyendo un libro de Gunter Pauli sobre un modelo económico inspirado en los ecosistemas naturales; lo ha bautizado como “economía azul”, intentando presentarla como un modelo superador a la “economía verde”, más respetuosa con el medio ambiente pero extremadamente costosa para quienes quieren consumir de manera más responsable. Tampoco será esta la entrada en donde comente el libro, pues contiene tanta información y tantas ideas innovadoras, que requiere de una lectura pausada, y por ello, aún me faltan algunos capítulos.


Pero sí quiero hacer mención a un modelo de negocio que me invitó a pensar a la escuela de otro modo. En el capítulo 9, Pauli presenta a la industria actual del color, con ingresos millonarios, aún por encima de la producción de celulosa, pero extremadamente contaminante, poco sustentable y con considerables impactos para la salud. Frente a ella propone dirigir la mirada a la industria del tomate, fruto con alto contenido de licopeno, y cuyo volumen de desecho es de un 3% del producto original. Su propuesta es aprovechar los desechos de algunas industrias (había presentado otro modelo de negocio con la industria del café, cuyo volumen de desecho es muchísimo mayor), y utilizar estos como materia prima de otras; en este caso, por ejemplo, de la industria cosmética, y reemplazar los maquillajes fabricados con productos derivados del petróleo, por productos naturales, con la ventaja adicional de ser un recurso “gratuito”. Concretamente, propone situar junto a una fábrica procesadora de tomates, una fábrica procesadora de pieles de tomate (o de sus desechos).


Si hay un hilo conductor en toda esta obra, es una conciencia muy amplia, que puede integrar industrias diversas, porque conoce hasta la médula diferentes campos del saber. Puede aprovechar los desechos del tomate porque ha investigado que contiene licopeno, y sabe que estos son aplicables a la industria cosmética, que también conoce. Sabe como producen su pigmentación los colibríes o los escarabajos, y puede imitarlos. Sabe que la industria del café desecha el 97% del producto y que ello es un recurso excelente para la producción de hongos comestibles. Sabe de ecosistemas. Sabe de sistemas circulares, en donde todos los elementos están integrados. Sabe.


¿Cómo hacer de la escuela un ecosistema? ¿Cómo aplicar un modelo circular de los saberes? ¿Cómo evitar “desechos” dentro del aula, es decir, recursos perdidos, contenidos descartables, alumnos ociosos, etc.? Porque lo cierto es que en nuestras escuelas se produce mucho material de desecho.


Quizás una de las ideas que puede orientarnos a dar los primeros pasos sea la sustitución de un sistema lineal, por un sistema cuasicircular, integrado, donde los saberes se interrelacionan, y donde no prosiguen sólo dialécticamente, sino interdialécticamente; donde las preguntas que orientan esos desarrollos provienen de otras ciencias, nacen de los alumnos y motivan porque sus respuestas “responden” a necesidades.


Claro, a los docentes nos cabe una inmensa responsabilidad: tenemos que ampliar la mirada, explorar, y hacer el mismo proceso con nuestros saberes; tenemos que indagar, buscar en nuestros intereses, aprender otras ciencias, interrelacionar contenidos, investigar, aprender a usar nuevas herramientas, dialogar con otros colegas, experimentar en el aula y afuera del aula, tomar ideas de otros niveles de enseñanza y adaptarlos al propio, etc. Es parte del desafío de profesionalizar nuestra tarea.


Y si el cambio quiere hacerse realmente en serio, los técnicos pedagógicos, científicos de la educación, docentes de escritorio, ministros, y demás “calienta-sillas” que reciben un sueldo a cambio de mantener el sistema siempre estable, perpetuo, cual mundo de las ideas platónico, deberán hacer rendir sus salarios y repensar el presupuesto educativo para que quienes venimos poniendo el cuerpo desde hace años, veamos de una vez por todas, esa tarea justamente reconocida con un sueldo más que digno.



Como todo cambio, se enfrentará a resistencias. Pero cual organismo vivo, habrá que aceptar los ciclos de dolor y muerte, para que algo nuevo pueda nacer.

 
 
 

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